Para todos los que amamos Praga, andar por sus calles, deambular por sus rincones y contemplar sus edificios es un placer para los sentidos. Sin embargo, si nos quedáramos en este simple placer estético nos perderíamos algo apasionante: su historia. Cada una de las piedras que conforman cada uno de los edificios fue colocada primorosamente por personas que protagonizaron una buena parte de la Historia de Europa durante siglos.
El castillo de Praga es sin lugar a dudas la construcción más importante de todo el país. No en vano ha sido, y es a fecha de hoy y desde hace más de mil años, el centro del poder. Durante siglos todo el poder se reunió en su interior: el alto clero como representante del poder de Dios, la más alta nobleza, los paladines y defensores del rey, y por supuesto el propio Rey, que era quien dictaba las leyes y ostentaba el poder absoluto.
Hagamos pues un pequeño ejercicio de memoria para contar brevemente como se formó y creció el castillo de Praga.
En el siglo IX empezó a levantarse la que acabaría siendo la fortaleza medieval más grande del planeta. En aquel momento el viejo continente europeo, una vez caído el imperio Romano, se hallaba sumido en una gran oscuridad política y cultural. La constante lucha fratricida por intereses personales de sus caciques territoriales -los nobles- marcaba la vida del continente. Fue precisamente en este clima belicoso en el que se empezaron a levantar en Europa central un sin fin de fortalezas destinadas a mostrar el poder para aterrorizar a sus habitantes y a los de los territorios vecinos.
En este clima de inseguridad, el primer monarca premislida Bořivoj I, levantó sobre una colina junto al rio Moldava la segunda iglesia cristiana de Bohemia, la iglesia de Nuestra Señora. A continuación empezó a levantar a su lado una fortaleza de madera. Dicha construcción fue el inicio del castillo de Praga.
Con el paso de los años aparecieron más templos en el interior de este castillo medieval, nuevas murallas, y un palacio real de piedra. En el siglo XII se había convertido en una robusta ciudadela románica. Todo el poder de Bohemia emanaba desde él.
Fue precisamente su protagonismo como centro de poder, el motivo de sus males y grandezas.
Las luchas cainitas entre los nobles premislidas para hacerse con el control del poder propiciaron la destrucción y reconstrucción sistemática del castillo a lo largo de la edad media. Uno de los peores momentos de la historia del castillo fue el periodo de las guerras husitas que lo devastaron durante la primera mitad del siglo XV.
Los Jagellones y, posteriormente, los Habsburgo destinaron ingentes cantidades de dinero a su reconstrucción. En 1541 un incendio destruyó buena pate de la fortaleza, pero esto no desanimó a los monarcas, que siguieron sin escatimar fondos para devolverlo a su viejo esplendor. Y entonces, justo cuando estaba recobrando su grandiosidad, la Guerra de los Treinta Años volvió devastar el castillo.
La historia del castillo continúa: los Habsburgo, sabedores de la importancia geoestratégica del enclave, además de su relevancia como símbolo de poder para Bohemia, volvieron a ponerse manos a la obra para devolverlo a la vida… el castillo no estaría “terminado” hasta principios del siglo XX.
Tanta destrucción y reconstrucción, tantos siglos hasta dar por “finalizada” una obra de semejante magnitud, confieren al castillo de Praga una impronta muy especial. La mezcla de estilos arquitectónicos y de edificios tanto civiles como religiosos permiten al visitante disfrutar de casi todos los estilos arquitectónicos que hemos tenido en Europa en los últimos mil años.
En 1918 tras la desaparición del impero Austro-Húngaro, Praga se convirtió en la capital de la antigua Checoslovaquia. En aquel momento, buena parte sus ciudadanos volvieron centrar su mirada en este milenario castillo de Praga. Tomas Garrigue Masaryk fue el primer presidente del país y, para muchos checos, fue el primer gobernante checo desde que se extinguió la dinastía premislida en el siglo XIV. De manera muy simbólica, él eligió algunas de las dependencias del castillo de Praga como residencia.
A fecha de hoy este castillo sigue siendo la residencia de los presidentes checos, por lo que aún conserva su aureola de fuerza… eso sí, ahora de forma democrática.