A mediados del S. XIV la distancia entre el poder de Dios y el poder de los hombres era muy exigua, pues normalmente las mismas familias detentaban ambos gobiernos.
Cuando un noble fallecía el reparto de sus propiedades y derechos era bastante desigual. El patrimonio y los títulos pasaban al primogénito con el fin de perpetuar la fuerza familiar. Los demás hijos si querían sobrevivir debían buscar suerte bien dentro del clero o bien como soldados a las órdenes de un buen pagador.
Las hijas tenían igualmente un futuro incierto. Estas nobles eran utilizadas para afianzar relaciones militares y económicas mediante enlaces matrimoniales, o podían entrar en el clero y hacer carrera en él.
En aquellos tiempos subir socialmente era muy difícil pero sin embargo bajar no tanto.
En el medievo la diferencia entre ricos y pobres era abismal y por tanto caer en desgracia económica, más que una deshonra era sencillamente algo peligroso. Fue en este contexto en el que vivió nuestro protagonista de hoy: Jan Žižka.
Jan Žižka fue un hidalgo de Bohemia cuya vida fue realmente azarosa. Nació en Trocnov (a unas dos horas en coche al sur de Praga) en el año de 1360 en el seno de una familia noble acomodada. Cuando heredó los bienes de su familia resultó ser un pésimo administrador lo que provocó su ruina. Con apenas 20 años Žižka era un hombre de carácter duro, fuerte físicamente y no se amilanó ante su bancarrota. Consciente de que lo suyo eran las armas y no los números, decidió unirse a unos bandoleros del sur de Bohemia y junto a ellos entró por primera vez en combate.
Fue así como durante el último tercio del S. XIV, en los bosques del sur de Bohemia, Jan Žižka se especializó en emboscadas, ataques por sorpresa y todo tipo de triquiñuelas guerrilleras. Finalmente el grupo de bandoleros al que pertenecía fue desmantelado por las tropas del rey Wenceslao IV. Sus compañeros de correrías fueron condenados pero Žižka gracias a su condición de hidalgo de Bohemia consiguió esquivar la cárcel por decreto real.
Su forja como gran militar se completaría sirviendo como mercenario en las filas de rey polaco Vladislao Jagellón. Su valía y buena reputación como soldado le brindó la oportunidad de regresar a Praga, esta vez para integrarse como oficial dentro de la guardia real.
Por aquel entonces, principios del s. XV, Wenceslao IV era el monarca reinante en Bohemia, más preocupado por sus cacerías que por el pueblo. Por otro lado, la iglesia de Roma lejos de interesarse por las almas de su rebaño, gravaba al pueblo mediante un impuesto llamado diezmo al tiempo que mercadeaba con los feligreses con todo tipo de indulgencias, bulas y reliquias. La crispación social era patente.
En medio de este descontento Jan Hus, un párroco de Praga, empezó a hablar de reformas dentro de la iglesia y más aún, dentro del propio estado con el fin de acabar con toda iniquidad social. El discurso de Hus caló hondo en buena parte de los bohemios entre ellos en Žižka.
En 1415 Jan Hus fue quemado en la hoguera por herejía. En 1418 los seguidores de Hus hartos de injusticia y liderados por Žižka protagonizaron la primera defenestración de Praga, hecho que desembocaría en una revuelta contra el rey y la Iglesia e iniciándose así el primer enfrentamiento religioso en Centro-Europa: las guerras husitas.
En un primer momento los husitas parecían no tener mucho futuro. Lo heterogéneo de este movimiento (formado por comerciantes, nobles, ganaderos, agricultores, parte del clero, etc.), hacía que los intereses de los husitas fueran igualmente diversos. Jan Žižka hombre comprometido con esta causa decidió tomar las riendas del movimiento para unirlos a todos y llevarlos a la victoria.
En 1419, Žižka tenía 60 años, era un hombre corpulento y conservaba su fuerza de juventud, tenía un parche en un ojo y el cuerpo lleno de cicatrices por los combates librados.
En el verano de 1420 comandó las fuerzas husitas y se enfrentó a las tropas imperiales de Segismundo I de Hungría en la colina de Vítkov (actualmente una de las colinas que conforman Praga). Las huestes de Žižka destrozaron las tropas católicas. Žižka a partir de ese momento se convirtió en leyenda y líder indiscutible de los husitas.
En 1421, durante el asedio a la fortaleza de Rabí, Jan Žižka fue herido en su ojo sano por una flecha que lo dejó ciego. Pero esto no le impidió seguir liderando su ejército.
Žižka como viejo lobo militar, era consciente de que tras la victoria husita de la batalla de Vítkov el emperador iría a por ellos Si los husitas querían vencer necesitaban dinero, precisaban de mucha plata para pagar soldados, comidas y armas. Žižka sabía dónde se encontraba esa plata, en Kutná Hora. Y es que esta localidad de Bohemia albergaba unas minas que abastecían de plata las arcas del emperador, minas estas que eran ya conocidas desde los tiempos de Roma. Había que llegar allí y tomar la ciudad si querían tener algún tipo de posibilidad de victoria. Las fuerzas de Žižka y del emperador Segismundo I se volvieron a medir en la ciudad de la plata. La batalla de Kutná Hora se libró el 21 de Diciembre de 1421 y supuso una nueva derrota aplastante para las tropas imperiales. Los husitas se habían hecho con un botín imposible de medir: las minas de plata de Kutná Hora.
En 1422 Jan Žižka contaba con un ejército experimentado, entregado y bien pertrechado y con él volvió a derrotar a las tropas de Segismundo I en la batalla de Nebovidy lo que facilitó un armisticio.
Esta paz no fue sino transitoria. A pesar de los éxitos de Žižka y de que la fortuna les sonreía, no pudo evitar la escisión del movimiento que él lideraba. Entre 1422 y 1423 aparecieron dos facciones dentro del mundo husita: por una parte estaban los moderados o utraquistas y por otro los taboritas, el ala radical del moviendo reformista al cual pertenecía también Žižka .
En 1423 Jan Žižka receloso de los utraquistas y sospechando una traición, organizó un ejército regular al que se le dio el nombre de “la Orden Militar de Žižka”.
En 1424 los husitas moderados temiendo la ira de Žižka decidieron aliarse con el mismísimo emperador, juntar sus ejércitos y luchar unidos contra su viejo comandante en jefe. Sus fuerzas eran muy superiores lo que auguraba un final oscuro al viejo lobo de Bohemia. Pero Žižka aún tenía ejército y vida. Ambas fuerzas se enfrentaron el 7 de junio de 1424 en la batalla de Malesov. Žižka contra pronóstico volvió a ganar.
Jan Žižka de Trocnov falleció de peste bubónica 12 de octubre de 1424 en Pribyslav, pero esto no supuso el final de su ejército que a partir de entonces siguió luchando bajo el nombre de “Los Huérfanos”.
Su legado se extendió en el tiempo. Inventó artefactos militares como “el carro fortaleza”, dio pie a un sin fin de leyendas como la de que con su piel hicieron un tambor para seguir con sus soldados en el frente de batalla tras su muerte.Eso sirvió de inspiración para los checos que lucharon durante la Guerra de los Treinta Años. “Žižka” fue pintado en tanques checos de la Segunda Guerra Mundial… y desde hace casi un siglo da nombre a uno de los barrios más populares de Praga, el de Žižkov.
A fecha de hoy Jan Žižka es una de las figuras históricas más relevantes de República Checa. Se pueden encontrar numerosas esculturas dedicadas a su figura en infinidad de lugares ligados a su historia… La más importante de todas ellas es una escultura ecuestre emplazada Praga.
Jan Žižka es recordado por ser el checo que puso en jaque al imperio.