Durante la Eurocopa de Fútbol de 2012, el seleccionador alemán Joachim Löw tuvo que rechazar ante los periodistas, que se tratara de una provocación, el hecho de que la Mannschaft se concentrara en Gdansk, la antigua Danzig en donde Alemania comenzó la IIGM con los disparos del acorazado Schleswih-Holstein. Aunque este anecdótico suceso se enmarcaba en un contexto deportivo y no trascendió más allá, nos hace una idea de que aún 70 años después del fin de la guerra, todo lo que haga Alemania no deja de ser analizado con lupa.

Las cicatrices de la guerra aún se encuentran en muchos aspectos de la sociedad alemana actual.

Los físicos son más que evidentes. Por todas partes de Alemania aún encontramos en sus edificios marcas de los bombardeos y batallas, así como diversos edificios como búnkeres, torres de defensa antiaéreas o complejos industriales levantados por el régimen nacionalsocialista. Múnich, bautizada como capital del movimiento por el propio Hitler, es un testigo mudo de la historia y un buen ejemplo de ello. Aun en las columnas del Nationaltheater se pueden ver las muescas producidas por las bombas, o en edificios como la Alte Pinakothek o la Siegestor. Incluso a día de hoy se siguen destapando bombas aun activas de la IIGM.

Pero también encontramos, aunque de manera normalmente discreta, numerosos memoriales en recuerdo a las víctimas y al terror producido durante la época nazi. Múnich a su vez cuenta con el Centro de Documentación de Nacionalsocialismo en donde año tras año, los visitantes pueden conocer todos los sucesos que desembocaron desde la Primera Guerra Mundial hasta el surgimiento de este terrible régimen. Más desapercibidos pasan la treintena de Hochbunkers (refugios antiaéreos) diseminados por toda la ciudad, muchos de ellos reutilizados para diversos fines, y que aún se conservan prácticamente originales. Diferente es la situación del Campo de Concentración de Dachau, concebido actualmente como un gran memorial abierto en recuerdo de todas aquellas victimas que padecieron los horrores de aquel lugar y el régimen.

Aquellas cicatrices de guerra que no físicas resultan difíciles de apreciar, aunque si se siente un gran cargo de culpa entre la sociedad alemana por todo lo ocurrido. No se ven en el país teutón gestos de exaltación a las glorias del pasado, a veces identificadas como enaltecimiento tanto del antiguo II Imperio como del régimen nazi. Únicamente en muchos cementerios el recuerdo de los soldados caídos, o en el caso de Múnich la tumba al Soldado Desconocido, sin embargo esto se puede interpretar más como un símbolo de recuerdo y respeto de aquellos hombres que simplemente dieron su sangre por el país y no por el régimen existente en el momento. Resulta así curioso encontrar que durante la década de los 60 se bautizara a varios buques de la armada alemana con los nombres de tres famosos soldados del régimen nacionalsocialista, Mölders, Lutjens y Rommel, e incluso que aún se conserve uno de ellos como barco museo. Por tanto, no extraña tanto al encontrarnos en Baviera, eso sí, el recuerdo a la región como entidad propia, destacando los muchos recuerdos a los Wittelsbach o al ejército bávaro. Un pasado desligado al nacionalsocialismo, y es que la propia familia Wittelsbach sería perseguida por su oposición al nacionalsocialismo. Baviera si se siente muy orgullosa de su pasado, pero sólo si no es más lejano al siglo XIX.

Las cicatrices en las generaciones más actuales

Aun algunas personas se sienten disgustadas cuando numerosos grupos de turistas escuchan en Viscardigasse en los acontecimientos del Putsch de Múnich y que detallamos en el tour del Tercer Reich. Ellos sienten que la ciudad ofrece mucho más que nacionalsocialismo y les entristece que a la urbe se la identifique siempre con el origen del régimen. Y es que mientras que para la gente foránea este es un tema tabú, entre los propios alemanes, cuando tienen confianza si se atreven a hablar libremente sobre el nacionalsocialismo.

No obstante, hay que recalcar que la Ley alemana prohíbe tajantemente cualquier tipo de apología del nacionalsocialismo y portar simbología del régimen o hacer cualquiera de sus gestos, como el saludo, o gritar algunas de sus consignas, como el Sieg Heil. Esta Ley conocida como Volksverhetzung prohíbe hechos tales como la propia negación del Holocausto o la exhibición de la esvástica.

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